Una gran aventura épica comenzó hace millones de años. Unos animales únicos dominaban las grandes estepas de la Tierra. Eran nobles, singulares, libres y universales. Eran los Caballos de Stenon. Un momento idílico y salvaje pero, a la vez, labrado por la dureza de la selección natural.
Más tarde, otra especie nacida en territorios lejanos llegó lentamente, buscando y ocupando tierras fértiles donde sobrevivir: los humanos.
Estos hijos de los bosques africanos, de apariencia débil y vulnerable, estaban en contínua lucha a muerte contra el frío, el hambre y los terribles depredadores. Sin embargo, la naturaleza había dotado a estos exploradores de un arma extraordinaria transformada y esculpida de generación en generación: su propia mente. Disponía de un poder que ningún otro animal había tenido hasta entonces.
Quizá fue ensoñando debajo de la sombra de un gran árbol, contemplando las estrellas en la noche o alrededor de un poderoso descubrimiento, el fuego, cuando los primeros hombres fueron conscientes del pensamiento mágico. Toda una dimensión sobrenatural de fuerzas oscuras se abría ante sus ojos, fruto de la fuerza evocadora de la naturaleza.
Entre cánticos, danzas y visiones transformadoras dentro del espacio-tiempo, iban construyendo todos los mitos sagrados en un intento de comprender el cosmos que los sobrepasaba y someterlo a una dimensión humana.
La cueva era su templo y en las rocas eternas expresarían su arte. De este modo su pensamiento perduraría durante milenios.
Aquellos primeros Caballos de Stenon desaparecieron mucho antes de que el hombre los pudiera dibujar en una roca, pero sus descendientes siguen todavía hoy inmortales y vigilantes en las pinturas de las piedras sagradas, escondidos dentro de la oscuridad de las entrañas de la Tierra. Testigos y mensajeros de unas creencias de nuestros antepasados que ahora están olvidadas.
La gran aventura no ha hecho más que empezar.
Equus Stenonis:
especie extinta de cebroide monodáctilo que vivió entre el Plioceno tardío y el comienzo del Pleistoceno. Se extendió por Eurasia yel norte de África. Medía hasta 145-155 cm en la cruz y se extinguió hace aproximadamente un millón de años. Se considera el progenitor de otras especies del género Equus.
Agradecimientos:
Albert Aulines por su implicación en el proyecto y las explicaciones técnicas sobre prehistoria.
Anna Bahípor la elaboración de los vídeos que acompañan a la presentación del trabajo y por compartir sus vivencias chamánicas.
Antonia Amigo por ayudarme a comprender el mundo de los caballos.
Ausència Viñolas por los oportunos consejos y correcciones.
Isaac Rufí por su asesoramiento sobre la flora y la fauna del Pleistoceno.
Joan Anton Abellán por confiar en mi y animarme a compartir este proyecto con él.
Palaujuncà por las ilustraciones de este trabajo y consejos en su diseño.
Rafael Balaguer por contagiarme su pasión por la cultura prehistórica.
Residencia Equina La Corona por dejarnos grabar en sus instalaciones.